Querida Condoleeza:
Como casi siempre que abres tu preciosa boquita, tus palabras producen en mi una profunda sensación de bienestar, de tranquilidad. De Paz. Tienes toda la razón: ya no vale la pena hablar. Con un país que ataca a otros, que viola los acuerdos internacionales, que mata a niños, que prepara armas nucleares, no vale la pena hablar.
Hasta que no te otorguen el Nobel de la Paz, amada Condoleeza, nada tendrá sentido.
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